La Navidad se ha adelantado unos días y les ha traído un preciado regalo: otro agravio imaginario. Llegó envuelto en el papel de la sentencia del Tribunal Supremo donde reconoce inapelablemente el derecho en Cataluña a la enseñanza en español. Tras casi tres décadas termina, al menos en teoría, la inmersión lingüística. ¿Que qué es eso de la inmersión lingüística? Pues algo diseñado en la era Pujol por políticos inmersos en el latisueldo, el cochazo oficial y la mamandurria, que enviaban a sus hijos a caros colegios privados para librarles del monolingüismo en catalán que imponían a los hijos de los demás.
Queda por fin ilegalizada la absurda anormalidad de que en esta parte de España no se pueda estudiar en el idioma oficial, lo cual no ocurre en ningún país del mundo. La reciente sentencia no impedirá a quienes así lo deseen continuar escolarizando a su descendencia en catalán, ni impondrá a ésta absolutamente nada, al contrario. Lo que hace es ordenar a la Generalidad la articulación de un sistema educativo con dos lenguas vehiculares en igualdad, las dos cooficiales en esta comunidad autónoma. Posibilita, en definitiva, la libre elección del ciudadano.
Pero la tribu está que ruge y alzada en pie de guerra. Ha hecho sonar bien fuerte la vuvuzela para congregar a todos, lanza en mano, a entonar el Unga-unga identitario. Y los hechiceros han redoblado sus invocaciones a la secesión con las palabras mágicas de siempre: humillación, agresión cultural, extermino de nuestro pueblo.
Victimismo en estado puro, lo que les gusta y necesitan.
Y mucho de cinismo también, al acusar falsamente a los demás de hacer lo que llevan ellos perpetrando hace años: patear los derechos constitucionales. Patearlos con el consentimiento de los sucesivos gobiernos de la nación, pues ya sabemos que la fuerza del separatismo reside en la debilidad de los políticos que en Madrid le vienen comprando apoyos parlamentarios con la moneda de nuestras libertades.
A la tribu le irrita la libertad de elección lingüística en la escuela. Le irrita profundamente esta sentencia. ¿Por qué? Porque interfiere sus planes de borrar de la faz de su poblado ese habla por ellos considerada extranjera, y que están extirpando para descoyuntar lo que vertebra a España como nación: nuestro idioma común.
Organizaciones tan inútiles como subvencionadas y líderes de opinión abrevados en el fanatismo pecuniariamente rentable están llamando a la chulería colectiva, al boicot comercial y la insumisión judicial; a desacatar a los magistrados del Supremo, a no reconocerles legitimidad alguna en esta región que actúa ya de facto como independiente. Y el recién coronado jefe Artur ha corrido a ponerse al frente del contingente, desafiando públicamente con que mantendrá el excluyente sistema ahora condenado.
No hay duda, estos tipos son verdaderos demócratas.
(En la imagen: noticia publicada el 12 de mayo de 2009, en el diario argentino La Capital).